martes, 10 de enero de 2012



































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lunes, 2 de enero de 2012

Tierra

No toméis en serio mi poesía,
Como no tomáis mis entrañas,
Solo arraigaos en mi duda,
Que vuestra, también sabrá,
Escribir los sueños que empiezan,
Cuando muere una canción.

¿Qué es una uña?,
¿Y la carne?,
Ambas un todo llamado herida.

Todos estamos heridos,
Por eso amamos la vida,
Y el huerto donde crecen nuestros órganos,
Condecorado de ángeles y horas,
Que corren como los minutos últimos,
Llora porque no llueve,
Y solo entonces podemos decir,
Raíces,
Largas y profundas raíces,
Como uñas,
Que escarban tierra porque saben todo.

No habrá cielo superior a la tierra,
Ya que todos acabaremos bajo ella,
Y cualquier hierba será Dios.

Germán Piqueras








Celebremos el año que acaba

Dos mil doce suena a, por fin, último año,
Tras la ceniza no hay fuego que aliente,
Todos somos un altar de cera,
Donde nos veneramos a nosotros mismos,
Que hirviendo se derrite,
A ese suelo hecho a medida de nuestras rodillas,
Entonces nadie somos,
Ya lo decían los primeros tiempos,
El llanto del parto.

Hablar de parto es hablar de muerte,
Recién nacidos no comprendemos,
Qué acaba de morir.
Hablo de algo más importante que personas,
(Es nuestro ego quien relaciona muerte con personas),
Verso de épocas,
Como cuando leemos un año en números,
Y vemos la luz, una de tantas, que ya no veremos.

El diccionario define esto como nostalgia,
Pero yo, ignorante entre la vida y la muerte,
Me decanto y digo muerte.

Siendo el parto la crónica de la muerte de una época,
Por eso todo acaba haciendo el amor,
Y todo nuevo tiempo comienza,
Impresionable,
Entre lágrimas y olor a sangre.

En el término medio de todo esto estará la vida,
Meditando, también, quién son los demás.

No digamos “dolor”, digamos “nube”.

Germán Piqueras






Celebración de no saber caer

Yo me dije “No soy fijo”,
Soy de donde siempre, todos,
Dicen allí, y otros todos asienten,
Con los ojos agotados de tener piernas,
Pero yo ya no camino hacia nadie,
Es cierto,
Podéis preguntarle a las ramas que acarician mis nucas,
A mis noches, ya no doloridas,
Que yermas duermen en una poesía clara,
Al lago donde los búhos dejan de necesitar,
La orilla que musita “profundo”,
Al monte,
Que es por quien imagino el lago,
A la comarca entera de restos,
Y a todos aquellos lugares por donde soñé pasar.

Yo voy ahora a ese lugar perdido,
Donde miran los poemarios,
Me mezo en los grandes poyos de piedra,
Y el romero,
Cae junto a mi nariz para decir “por aquí”,
Por aquí donde no hay ruinas,
Y el cielo no son recuerdos, ni oraciones,
Sino cielo,
Y la incierta poesía que no llegué a escribir.

Supongo que será esto la edad adulta,
Caminar por un camino que creías de otros,
Bordear agujeros cuando la noche ya te veía dentro,
Dejar amigos en la misma ruina donde quedan sueños,
Seguir siendo, para seguir caminando y no al revés.

Y escribir, aunque ya sepas (lo dicen las mañanas, cuando te saquean),
Que nadie te va a leer,
Ecos, en un pozo y en una cima,
Que son lo mismo,
Ya que es el propio eco quien dicta, que se trata de un mismo lugar,
Abandonado o grandioso,
Cercado, a quien no quiso aprender a leer,
(Y hoy se ríe de la poesía frente a una pared).

Ahora necesito estar orgulloso,
Celebrar mi nombre y mi caída.

Germán Piqueras